Como los aviones aterrizando en la
pista. Cuando chocan contra el suelo y se acaba el sueño.
Y ese despiste momentáneo. Ese no
saber dónde se está.
Las luces, los colores. Los edificios
irguiéndose como puntas de obeliscos que pronostican el tiempo.
Los rascacielos como la razón de la
caída de presión.
En el centro. En el centro de la baja
superficie.
Rápida, intensamente.
Como el viento que abofetea los
corazones.
Que dejan de latir. Que se van
parando.
El olor a queroseno. El deseo de
quemar el tiempo y que no llegue nunca.
Un anticiclón por siempre.
Profundiza rápidamente.
Una hibernación programada.
Y llueve. Sólo eso, llueve.
Llueve entre borrascas y aparece
entre las nubes.
Como la promesa no formulada de ir
tras él.
Horas, días, minutos. Cuánto tiempo llevará contarlo.
Una bomba de relojería.
Una onda demasiado grande.
Ciclogénesis explosiva.