lunes, 1 de octubre de 2018

Mandarinas

Me has tenido entre tus manos demasiadas veces.
He escapado de las líneas tantas veces que perdí la cuenta regresiva.
Me gustan tus olores, tus septiembres revueltos. Tus precipitados y tus atardeceres turbios.
Y esa sensación de la arena fría en la piel.

Y me has tenido casi, casi...
Me has visto caer y reinventarme. Me has visto entre tus estaciones como ave de paso y nunca me has prestado atención.
Has dejado el tiempo correr, las vidas pasar, pasarme por encima.
Has sabido esperar al momento oportuno para el golpe de gracia.
Y tu paciencia es mi libertad.
Y mi renacer.

Y podría cambiar tus paisajes.
Dejar otoños amarronados y clavar los azulados.
Que no te lo he dicho, pero el olor a mandarinas siempre me ha sabido a poco.
Te lo cambio por un poco de mar y una escapatoria nueva.
Unas ganas de encontrarme.

Me gustas mucho, Barcelona.

domingo, 4 de marzo de 2018

Vacíos

Supongo que estrellaste amaneceres contra cornisas más altas.
Que dilapidaste las tardes, por ratos en tu rincón.

Que no tuviste en cuenta el ruido aquí dentro.
Que pisaste el acelerador.
Que escondiste las horas y las cambiaste por un poco de luz.
Por luz que llena mundos y cierra espacios.

Creo que no me avisaste.
De tu incendio, de tu lluvia.
Igual olvidé contarte que teníamos infiernos pendientes.

Quizás me ocupaste el alma.
Con silencios que no cuentan, con papeles que se pierden.
Cuántas cosas se pueden decir cuando abrimos los ojos.

No suelo escucharte.
Porque tengo la sensación de que me perderé y no sabrás encontrarme.
Que tú sabes, que yo sé.
Que hacemos de suspiros, taquicardias en estaciones.

Y sé que aprenderás a respirar.
Que tus abismos serán mis momentos de paz.
Que estrellarás los segundos en el cristal de mi ventana.

viernes, 27 de octubre de 2017

Chueca

Hoy te vi sentada en una cafetería.
Y vi los viernes en Chueca. Y me vi entre la gente de está enorme ciudad y pensé que ha pasado demasiado tiempo.

Y pensé que si me hubieras visto no habrías visto a la niña con la que solías tomar café. Y habrías visto muchas heridas y muchas cicatrices.

Con lo fácil que fue hace seis años. Lo fácil que es dejar que las vidas pasen.
Y pensé que entonces las cosas eran fáciles y se me hacían complicadas.

Y han pasado tantas cosas desde entonces, que siento que pasaron mil años desde que paseaba una maleta verde por Pueblo Nuevo y llevaba colchones en el metro.

Desde que descubría todo como una loca y Madrid era preciosa en otoño.

Y mi corazón tenía la capacidad de amar sin límites y siempre salía más fuerte de cada golpe.
Y tenía veinte años y el mundo por delante. Y nada iba a pararme.

Y ahora, que casi tengo la edad que tuviste, miro atrás y pienso que no sé qué hice para crecer tan mal, para tener los ojos tristes y para pasear sola un viernes a las ocho de la tarde por Chueca y ver mis otoños en tu mesa.

Y ahora te miro, y tengo ganas de entrar y decirte que tenías razón. Que hay heridas que no cierran y que hay fotografías que te cambian para siempre.

¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que la vida deje de doler?

Y quise sentarme y perdonarte, y contarte todo lo que andé estos años, todo lo que me caí. Y como me levanto todos los días.

Y quise entrar, pero me acordé de que me tengo que salvar a mi misma.
Y aunque no me viste, te sonreí desde el cristal.
Porque sé, me han contado, te lo veo.
Que la vida te dejó de doler.

jueves, 10 de agosto de 2017

El amor de mi vida


The Scientist. Volver al principio.
Porque los principios siempre son más fáciles cuando vas de la mano.

Tu vida en maletas. Y tu pensamiento siempre acorde.
Los veranos viendo atardeceres en el mar.
Los paseos en bicicleta a playas desiertas en octubre.

Saber que pase lo que pase, siempre habrá un café para compartir.
Que pase lo que pase, perdonaría todos tus errores.

Los sis, los nos, los tropiezos, los resbalones. Los miradores, las noches empíricas.
La línea 21 en tu cabeza.

Caer enamorado de una canción. Caer enamorado de un paseo a 1000 km. Caer enamorado de un instante.
Caer enamorado. Caer.

Levantarte. Aquí estás. Y el tiempo no ha pasado y las cosas vuelven a tener el color de siempre.
Y los fríos se disuelven. Y vuelves a tener 15 años.

Y la ciclogénesis explosiva pasa a tu lado y la tormenta de arena no te arrasa. Porque hay cosas que siempre están en orden.
Tú siempre estás en orden.

Y las etapas rebeldes. Y el tiempo que es sabio y el karma que te jode con su ciencia.
Karma, te sigo esperando.
Te voy a esperar siempre.

Las primaveras que florecen y las flores que te van pisando. Y no importa cuántas margaritas derramaste en el camino. El camino es el mismo y las margaritas siempre te encantaron.

Y los que se quedaron en el camino. Tu corazón con ellos.
Cuánto corazón dejaste en el camino, mi amor.
Pero siempre guardas el trocito.
Eso no se toca.

Los olores que dejaste entre los puntos y aparte.
Los libros que leíste, los que dejaste a mitad.
Las heridas, las cicatrices. De repente no importan.
Porque sonríes, y es suficiente.

De la forma que sea, en el ente que sea, como quieras, cuando quieras y a la distancia que quieras.
De repente es suficiente.

Quizaa ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ es suficiente.
 ente que sea, como quieras, cuando quieras y a la distancia que quieras.
ás tenías razón. Como siempre.
Odio esa manera que tienes de saber todo, como si estuvieras siempre en mi cabeza.

Quizás tenías razón.
Y si sonríes, lo demás me importa un comino.

Eres el amor de mi vida.


viernes, 27 de enero de 2017

Fluir

Hey... Suéltalo.
Lo sé, esta ahí. Presiona. Déjalo fluir.
Fluir, fluye...
El mar lo borrará, ya lo sabes también.

No lo mastiques, mira, mira en redondo.
Todo el universo a tu alrededor.

El destino lo sabe. Lo guarda y lo expone.
Te expone.

Mi amor, tú sabes que fluiste. Y que fluir no es un error.
Lo valiente es apostar.

Déjalo caer. Las ciudades amanecen, y tú amanecerás cuando despiertes de tu sueño.

Queda poco y lo sabes, eres increíble.
Y lucharás como sólo tú sabes hacer.

Hey... Suéltalo.
No lo sujetes. Tienes que dejar... Fluir.
Que las heridas, las cura tu mar.

domingo, 23 de octubre de 2016

Girasol

Volver la vista atrás.
Y encontrar castillos entre los escombros.
Y sonrisas en los ojos tristes.

¿Recuerdas las hojas secas caer?
El inicio de un otoño que nunca acabó.
Que se llevó la magia que hoy vuelve a resonar en las paredes.
Que arrasó con el brillo que me dabas.
Y fundió a negro la purpurina.

Y esa lluvia que no borraba. Que no cesaba.
Que caía y caía, violentamente sobre mi cielo morado.
Te necesité y no necesité.

Y hoy tenemos una fortaleza hecha de muros de gelatina.
Que tiembla cuando vienes y me lloras.
Porque nunca acaba la tormenta.

Los inviernos acaban, la primavera resurge.
Y vuelves a ser la flor que brilla, mi pequeño girasol.
Que gira y gira y gira en un mundo lleno de zarzas y enredaderas.

Siempre incansable, nunca abatible.
Enraizado hasta la última célula a este sitio que llamamos hogar.
Aguantando, impertérrito hasta la saciedad.

Sigue girando, mi amor.
Algún día llegará nuestro verano.

Te lo prometo.

martes, 21 de junio de 2016

Flores.

Hoy se han caído todas las flores de mi orquídea.
Mis amigos me advirtieron de esto cuando me la regalaron, pero no quería que llegara el día en que sus flores se desprendieran.

Cuando las flores se secan o se caen, siempre me gusta recogerlas y meterlas en un libro. No un libro cualquiera. Escojo cuidadosamente en qué libro voy a prensarlas, porque tanto en el libro queda la esencia de la flor, como en la flor la esencia de esas páginas.

Las orquídeas renacen, como el ave fénix. Mi amigo me dijo que si las cuidas bien y las riegas cuando les toca, es decir, cada dos semanas, ellas te obsequian con nuevas flores cuando empieza otra vez su etapa de brotar.
Algo así como su renacer primaveral.


Yo necesito de eso.
Hay días que me siento como una orquídea a la que se le están cayendo las flores y grita, grita, pero no para que la auxilien, sino para que recojan sus pétalos, los prensen y los guarden como un tesoro, y esperen pacientemente y con amor a que vuelva a florecer.
Que me rieguen de vez en cuando. Me miren, me dejen saber cómo estás las flores que prensaron en el libro.

A veces tengo miedo a estar sola en mi macetero. A que no me quepan las raíces en el tiesto y desee emigrar a un huerto enorme donde estar con otras plantas.
Y entonces pienso en todos los que me riegan y me acongojo.

Hoy prensé dos flores para ti. Las últimas de mi planta y las últimas que veré florecer.
Me hubiera gustado cambiar el rumbo de las cosas, me hubiera gustado ser lo que necesitabas.
Me hubieran gustado muchas cosas…
Pero hoy, justamente hoy, la vida me ha enseñado que hay que ser egoísta y hay que crecer como persona y hay que perdonarse los errores y saber afrontar los desafíos.

La vida no es como una película por mucho que no empeñemos en creer que es así. Las despedidas en aeropuertos no son más que una ficción que se transforma en llamadas perdidas sin contestación.
Lo que siento cuando te veo es sólo eso. Un sentimiento efímero que me calienta el alma, que me da alegría, que me ilusiona. Pero que es ficción en la utopía que tenemos por vida.

Y te seguiría al fin del mundo. Y a donde tú dijeras. Tienes un poder que no conoces y créeme que es mejor que así sea.
Porque podrías marchitar todas las flores o revivirlas y que tuvieran una primavera permanente.
Y lo que acojona eso.

Y no, no me preguntes cómo se llama esa flor. Ni con qué se riega ni cuánto dura. Porque no sé ni su nombre ni si se muere algún día. Lleva en mi más de diez años.

A veces necesitamos etiquetar todo por nombres, colores y formas, y olvidamos qué estamos etiquetando.
Yo no necesito una etiqueta de colores que me diga cómo hacer las cosas. Tampoco un manual de instrucciones, de esos que creía necesitar hace un par de años.

La vida viene sin manual de instrucciones, morimos sin saber cómo funcionan las cosas.
¡Por Dios que no tenemos ni instrucciones de nosotros mismos!

Hace tiempo quería saber la respuesta de todo y quería tener la mayor cantidad de información posible acerca de las cosas. No sé si es este final de universidad, que me ha modificado el código cerebral, pero la ignorancia da la felicidad.

Y te quiero así. Libre, como decía el poema. Y yo contigo.
Y que el mundo, nos vuelva a unir.

Porque aún no se han secado las flores.

Y yo te necesito en mi vida.

Prensando mis flores.