jueves, 18 de diciembre de 2014

Llovía

Y llovía.
Y otra vez una canción que sonaba a la misma hora, en cristales diferentes.
Podría haber cruzado fuego y dejarlo todo como estaba.
Podría haberlo hecho y entonces seguiría viendo los tejados resbaladizos.

Oiría el tic-tac del reloj, acelerando el tiempo y azuzándome esa angustia de la inmediatez.
De la inmensidad de un mundo que quiero que se haga pequeño.

Pequeño como este momento. Como el corte invisible que se me abre en el pecho y arroja luz.
Mi luz.

Llovía. Y supongo que podría haber cambiado la historia y azucararla hasta el límite.

O dejar que las cosas rotaran. Y el universo hiciera de pegamento.
Y empezar el 2015 en tiempo cíclico.

Arriba y abajo, girando sin parar. Sin detenerse ni un segundo.
Y me haría sentir cosquillas de montaña rusa.
Y reiría por dentro como una loca, llenando cada estancia vacía de color, en la ausencia de luz.

Estallarían corazones, reventarían las calles, colorearían mis días.
Y cosería cada agujerito, para no dejar que volviera a escapar.

Porque por fin llovía.
Por fuera y no por dentro.
Y por fin sentía que todo estaba en su sitio.

Y ya sabes que las ciudades se amanecen.
Y algunas lo hacen nubladas, para que sepamos apreciar el sol.

Y hoy los balcones se desperezaron entre la humedad. Y las ventanas se empañaron y llovía.

Llovía a mares, limpiaban muros, filtraban los amores.

Y en el fondo, una canción que se conoce bien, y unas gotas ondulando el amanecer.
Y mi amigo el miedo a la sombra, vigilándome con cautela.

Y podría haberlo huracanado todo.
Pero es que llovía.


Oh Dios, por fin ha llovido.

lunes, 13 de octubre de 2014

A veces

A veces tengo la sensación de que mi vida se partió aquel diciembre.
Que algo muy ligero se rompió. Como  se rompe la quietud, pisando las aceras lluviosas.
Que todos los brillos, las luces, los inviernos festivos, se marcharon con tu ausencia.

Dejaron un sendero de pasiones sin domicilio.
De batallas tras batallas.
De amantes de temporada que no saben engañar al corazón.

Y a veces me imagino y no es contigo.
Y voy derrochando el amor que me sobraba.
Rescatando en las esquinas los suspiros que malgasté.

Y busco entre las sábanas la fe que aún me falta.
El pegamento que selle las grietas por las que se me escapa la ilusión.
Que ponga nombres a los besos que no he dado.
Que me reenseñe a pronunciar palabras que paran los latidos.

Y supongo que en octubre las madrugadas ya no calientan las pieles.
Y supongo también que los amores hibernan.
Y que cuando llegue la primavera, volverán a revivir mis flores.

Pero a veces, sólo a veces, tengo la sensación de que mi vida se partió aquel diciembre.

Y que lo que se rompió, hibernará para siempre.

jueves, 12 de junio de 2014

Detonando

A veces destrozamos las cosas preciosas.
Reventamos corazones, todos los 11 de cada mes.

Pisamos hojas mojadas y sonreímos bajo tormentas de verano. Con la sensación de la ropa mojada sobre la piel.
Y nos revienta el corazón. Todos los 11 de cada mes.

Buscamos caricias, besos, manos, labios, suspiros, amor.
Creamos cosas preciosas que son sólo un espejo de lo que añoramos.
Para destrozarlas, todos los 11 de cada mes.

Y en lo alto de la escalera, donde todo lo de atrás ha detonado, damos un paso al frente y caemos al vacío. Como lo hacemos 30 días de cada mes.

E insomnes, cansados. Hastiados y ofuscados. Buscamos explosionar por dentro. Sangrar y derramar.
Hasta que se instale la tormenta de verano que nos haga sonreír.

Y reventamos. Todos los 11 de cada mes.

martes, 6 de mayo de 2014

Nunca es tarde

Supongo que nunca es tarde para cumplir los sueños.

Para encontrar nuevos significados y aprender a apreciar las diferencias.
Para saber cuándo un roce quiere decir « quédate conmigo » y cuando quiere decir « este era el momento y ya ha pasado ».
Para saber qué se necesita y qué se quiere. Y entender que no siempre van de la mano.
Que quiero de tus nuevas noches. Y de unos cuantos amaneceres. Y que no lo necesito.

Me gustan los corazones que laten frenéticos. Que se oyen suspirar y se ven rojos. Me gustan las madrugadas y las cosas nuevas que aún quedan por hacer.
La adrenalina, la sangre recorriendo el cuerpo. Los momentos mágicos que… ¡Pum! Ya están.
Los orgasmos ultrasensoriales de cinco segundos.

Las ciudades me cambian y vuelvo a ver corderitos en las nubes de carreteras sin final.
Atardeceres rosas en kilómetros que están lejos de casa.
Y horizontes que se extienden océanos, ahora que no hay hilos que muevan nada.

La ligereza se instala y me lleva a planear más allá de momentos tangibles. Ahora puedo soñar, ahora el mundo entero, es sólo para mi.

Y añoro los días impares el calor de algunas tardes. Y los lados izquierdos y todas esas cosas que se van diluyendo en billetes de avión y aires con olor a fresa.

Y siento de nuevo los pies sobre la tierra. Sobre ese universo que dejé y me ha esperado.
Siento su loca velocidad, su ardor y su ansía viva por saber.
Y comprendo que el lapso ha sido sabio y que ha llegado el momento de redecorar algunos caminos.


Y que nunca es tarde para cumplir sueños.

jueves, 20 de marzo de 2014

Desde Roma con Amor.



Con contraluces solares. Que recogen la luz para guardarla cuando el día se hace oscuro.
Y llena de calor las estancias lluviosas.

Con miradas nuevas. Con manos nuevas. Que rompen el equilibrio entre el bien y el mal. Que te impulsan, que te vuelcan.
Y te ensanchan el alma.

Con leves taconeos, que rompen lo hermético y enclaustrado de las palabras.
Con un suspiro que te regalo, porque sé que no hay promesas que valgan ni palabras válidas.
No me hace falta saber que tú nunca te irás.
Tú sí que no te irás.


Recordarme cada mañana, cada vez más bajito, que las paredes de hielo no van a derretirse.
Que nunca va a llegar tu primavera.

Cubrir recuerdos con sábanas blancas. Tachar números con fotos.
Mientras, a mi paso, florecen las flores.
Mis flores.

Y contemplar ciudades de noche. En compañías inconcebibles y llenas de ilusión.
Mientras se me borran los olores.
Para dejar paso a instantes de verdad.

Y se disuaden los inviernos.
Los estacionales y los internos.
Se disuaden como las nubes de humo de menta,

Como las locuras y las 36 horas sin dormir.
Como las bocanadas de aire nocturno.
Que hinchan el pecho y pasa limpio.
Sin nudos. Sin ansias.
Sólo… Pasa.

Y mientras cimiento mi propio castillo, mi corazón va haciendo caso a la cabeza.
Prometiéndole esta vez, regalar sonrisas y olvidar el frío.

Te aseguro que te deseo que acabe el frío.
Que sepas llegar al verano. Que entiendas algún día que por los días no se pasa de puntillas.
Y que hay gente que necesita suspiros para vivir.
Vivir.


Mi primavera va llegando.
Y esta vez para quedarse.

 https://www.youtube.com/watch?v=pjlcerXi2-8





viernes, 24 de enero de 2014

Madrid Vol II


Ahora te miro con otros ojos.
Como fría y oscura.

Como húmeda. Anocheciéndote y despertándote entre niebla.

Como un día zombie.
Como una farola que tintinea en una calle oscura.

Como un desayuno a solas. Y la línea 7 parada en un semáforo.

Eres preciosa. Igual que las puestas de sol en un alféizar.
Igual que los besos lluviosos. Y las tortitas los domingos.

Igual que un té cada tarde.
Preciosa como la sensación de notar que  llora el corazón de emoción.

Suave, blanca, dulce. Como cuando te oigo reír. Porque te oigo reír en mi cabeza.
Caliente. Porque me abrigas el corazón. Me sabes llenar.

Insegura, insensata. Cabezona.
Como pasar por un charco enorme.
Estresada. Siempre con prisas, a ninguna parte.
Con las horas quemándote el tiempo.
Tan llena de cosas, tan llena de vida, que a veces es como sentirse sola entre un montón de gente.

Me dueles.
Me dueles cuando veo que no supiste esperarme. Que seguiste arrancando hojas del calendario sin esperar a que yo paseara por tus estaciones.

Pero te amo.
A pesar de todo y todos, te amo.
A pesar de que escribas el principio de nuestro final.
Y yo, a veces, me quede esperando nuestro nuevo capítulo.
Sentada en la ventana, llamando a la primavera.

Te amo, Madrid.