Hoy se han caído todas las flores de mi orquídea.
Mis amigos me advirtieron de esto cuando me la regalaron,
pero no quería que llegara el día en que sus flores se desprendieran.
Cuando las flores se secan o se caen, siempre me gusta
recogerlas y meterlas en un libro. No un libro cualquiera. Escojo
cuidadosamente en qué libro voy a prensarlas, porque tanto en el libro queda la
esencia de la flor, como en la flor la esencia de esas páginas.
Las orquídeas renacen, como el ave fénix. Mi amigo me dijo
que si las cuidas bien y las riegas cuando les toca, es decir, cada dos
semanas, ellas te obsequian con nuevas flores cuando empieza otra vez su etapa
de brotar.
Algo así como su renacer primaveral.
Yo necesito de eso.
Hay días que me siento como una orquídea a la que se le
están cayendo las flores y grita, grita, pero no para que la auxilien, sino
para que recojan sus pétalos, los prensen y los guarden como un tesoro, y
esperen pacientemente y con amor a que vuelva a florecer.
Que me rieguen de vez en cuando. Me miren, me dejen saber
cómo estás las flores que prensaron en el libro.
A veces tengo miedo a estar sola en mi macetero. A que no me
quepan las raíces en el tiesto y desee emigrar a un huerto enorme donde estar
con otras plantas.
Y entonces pienso en todos los que me riegan y me acongojo.
Hoy prensé dos flores para ti. Las últimas de mi planta y
las últimas que veré florecer.
Me hubiera gustado cambiar el rumbo de las cosas, me hubiera
gustado ser lo que necesitabas.
Me hubieran gustado muchas cosas…
Pero hoy, justamente hoy, la vida me ha enseñado que hay que
ser egoísta y hay que crecer como persona y hay que perdonarse los errores y
saber afrontar los desafíos.
La vida no es como una película por mucho que no empeñemos
en creer que es así. Las despedidas en aeropuertos no son más que una ficción
que se transforma en llamadas perdidas sin contestación.
Lo que siento cuando te veo es sólo eso. Un sentimiento
efímero que me calienta el alma, que me da alegría, que me ilusiona. Pero que
es ficción en la utopía que tenemos por vida.
Y te seguiría al fin del mundo. Y a donde tú dijeras. Tienes
un poder que no conoces y créeme que es mejor que así sea.
Porque podrías marchitar todas las flores o revivirlas y que
tuvieran una primavera permanente.
Y lo que acojona eso.
Y no, no me preguntes cómo se llama esa flor. Ni con qué se
riega ni cuánto dura. Porque no sé ni su nombre ni si se muere algún día. Lleva
en mi más de diez años.
A veces necesitamos etiquetar todo por nombres, colores y
formas, y olvidamos qué estamos etiquetando.
Yo no necesito una etiqueta de colores que me diga cómo
hacer las cosas. Tampoco un manual de instrucciones, de esos que creía
necesitar hace un par de años.
La vida viene sin manual de instrucciones, morimos sin saber
cómo funcionan las cosas.
¡Por Dios que no tenemos ni instrucciones de nosotros
mismos!
Hace tiempo quería saber la respuesta de todo y quería tener
la mayor cantidad de información posible acerca de las cosas. No sé si es este
final de universidad, que me ha modificado el código cerebral, pero la
ignorancia da la felicidad.
Y te quiero así. Libre, como decía el poema. Y yo contigo.
Y que el mundo, nos vuelva a unir.
Porque aún no se han secado las flores.
Y yo te necesito en mi vida.
Prensando mis flores.