Volver la vista atrás.
Y encontrar castillos entre los escombros.
Y sonrisas en los ojos tristes.
¿Recuerdas las hojas secas caer?
El inicio de un otoño que nunca acabó.
Que se llevó la magia que hoy vuelve a resonar en las
paredes.
Que arrasó con el brillo que me dabas.
Y fundió a negro la purpurina.
Y esa lluvia que no borraba. Que no cesaba.
Que caía y caía, violentamente sobre mi cielo morado.
Te necesité y no necesité.
Y hoy tenemos una fortaleza hecha de muros de gelatina.
Que tiembla cuando vienes y me lloras.
Porque nunca acaba la tormenta.
Los inviernos acaban, la primavera resurge.
Y vuelves a ser la flor que brilla, mi pequeño girasol.
Que gira y gira y gira en un mundo lleno de zarzas y
enredaderas.
Siempre incansable, nunca abatible.
Enraizado hasta la última célula a este sitio que llamamos
hogar.
Aguantando, impertérrito hasta la saciedad.
Sigue girando, mi amor.
Algún día llegará nuestro verano.
Te lo prometo.
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