A veces tengo la
sensación de que mi vida se partió aquel diciembre.
Que algo muy ligero
se rompió. Como se rompe la quietud,
pisando las aceras lluviosas.
Que todos los
brillos, las luces, los inviernos festivos, se marcharon con tu ausencia.
Dejaron un sendero
de pasiones sin domicilio.
De batallas tras
batallas.
De amantes de
temporada que no saben engañar al corazón.
Y a veces me imagino
y no es contigo.
Y voy derrochando el
amor que me sobraba.
Rescatando en las
esquinas los suspiros que malgasté.
Y busco entre las
sábanas la fe que aún me falta.
El pegamento que
selle las grietas por las que se me escapa la ilusión.
Que ponga nombres a
los besos que no he dado.
Que me reenseñe a
pronunciar palabras que paran los latidos.
Y supongo que en
octubre las madrugadas ya no calientan las pieles.
Y supongo también
que los amores hibernan.
Y que cuando llegue
la primavera, volverán a revivir mis flores.
Pero a veces, sólo a
veces, tengo la sensación de que mi vida se partió aquel diciembre.
Y que lo que se
rompió, hibernará para siempre.