lunes, 16 de julio de 2012

Tropiezos.


La conocí en una estación sin rumbo. En uno de esos momentos en los que te pierdes en intercambiadores. En Nuevos Ministerios.

Y su manía de tropezar con cada cosa móvil o inmóvil me ayudó a encontrar la salida a los cercanías lo más rápido posible.

Y como en un tren de dos plantas, me subí a lo loco, como si temiera perder el asiento.

Y me acuerdo de aquella conversación en mi sofá,  cuando aún estaba azul y no tenía manchas, cuando  no supe responder exactamente que pensaba.

Y en el instante en el que separó lo rojo de lo blanco, supe que quería una vida con ella.

Y en mis viajes en trenes, empecé a maquinar diseños de puertas mágicas, de relojes que no tienen tiempo.

Para volver a noches de lluvia a las 5 de la mañana.



Llevo cuatro meses tropezándome con cosas. Con el sofá, con mesas, con farolas, con perros.
Porque todo lo malo se pega.
Y tropezándome también con notas, con besos, con su ropa.

Contando días y haciéndome promesas firmes de que “si me hago el análisis sin llorar, se me recompensará”.
Haciendo peripecias para que en la tarjeta del móvil quepan todas sus fotos. Hasta las borrosas.

Cuatro meses comiendo jamón y sintiéndome culpable porque no está aquí, comiéndose sigilosamente todo el jamón de la bandeja, con esa carita de inocente que pone, como si no fuera con ella la cosa.

Comprando más magdalenas de la cuenta y quitando mantas en mi cama, porque el frío ya no existe.
Reservándole mis minutos gratis de la tarifa plana.
Mirando recelosa sus pantalones, porque también me gustan a mi.


Hace cuatro meses que no me pierdo en ninguna estación,  y cuando lo hago, es porque me apetece perder el tren para quedarme con ella unos segundos más.

Porque me llevaría una tienda de campaña a esa estación para verte todas las mañanas.

Y porque te echo de menos, porque querría una puerta mágica.
Y no separarme de ti en toda la noche.

viernes, 6 de julio de 2012

Granada.


Granada es una cápsula en el tiempo.
En el tiempo y en el espacio.

La vida sigue y la tuya… Se para.
Como si las vidas pasaran deprisa y notaras esa aceleración cuando abres la ventana.
Y la tuya se estanca.
Y tienes esa sensación de pequeño agobio por correr, por ponerte en la misma posición.

Lo lograrás, sabes que lo lograrás dentro de un mes, cuando tu vida vuelva a ser la más rápida y tu tiempo el más cotizado.

Estas paredes son el lugar de la comodidad. Podría quedarme.
Podría quedarme y olvidar que tengo una vida rápida.
Podría y no pasaría nada.
Porque al final las vidas se cruzan y la tuya… Observa.

La tuya pende de un hilo el próximo otoño.

Puedes rendirte. Aceptar que has intentado llevar el ritmo y aún te cuesta.
Puedes quedarte. Siempre puedes quedarte.
Puedes volver. Puedes volver y seguir con tu plan.
Hay quien no lo notará.
Y puedes ver como hay castillos de naipes que se caen y otros que nacen solos.

Sólo intenta que no caiga nada importante.

Puedes… Podrías…
Podrías quedarte.