viernes, 11 de noviembre de 2011

La Línea 21.


La línea 21.
Las obras del Nevada. Las obras del metro. Las obras del Camino de Ronda. Las obras del campus de la Salud. Las obras de…
Las obras.

La Alhambra. El paseo de los tristes. Los yogures de Gran Vía. Gran Vía.
La calle Santa Paula. La plaza Bib-rambla. Los bancos de la plaza Bib-rambla.

La calle de las teterías. Los pastelitos de pistachos. Y el batido de Naranja.
La fuente de las batallas. Y las tardes de sábado lluvioso esperando a alguien con los pies mojados.

El mirador de San Nicolás. El albaicín. La vista desde lo alto de la Bola de Oro, cuando decidías que el autobús podía esperar.

ESCO. Y la calle San Antón. Los desayunos en el Mani. Y las excursiones rápidas a Lefties y la tienda de zapatos.


La playa. La bahía en invierno. Y sus espetos de sardinas mientras tocabas la arena con los pies.
Los paseos en moto, en coche.

Conducir por la circunvalación en obras.
La sierra. Las tiendas cerradas los domingos. Y coger el autobús para ir a Neptuno a tomar un café.

Las tardes de donuts y smothies en el Alhsur.
Los días de pic-nic en Cumbres Verdes. El pollo con almendras. Y las patatas tentación.

Los kit-kat que comprábamos en la máquina. No… Los kit-kat que hacíamos que la máquina nos diera.


Los jueves de película. Las que nunca terminé de ver.
El parque de las ciencias.
Las noches de invierno mirando la catedral desde alguna ventana.

Las velas, los braseros. El helado de chocolate a las dos de la mañana.
Las sorpresas un día cualquiera.

 El sotanillo, la sal.
La sierra, y mirar por la ventanilla del coche y ver montañas.


La luna llena entrando por la ventana de mi habitación y despertándome a las 4 de la mañana.
Taparse hasta arriba con el nórdico en Agosto.

Las mandarinas mientras “estudiaba”.
Las meriendas de mi hermana.


Despertarse de madrugada a leer un mensaje de texto.
Regalar besos en el García Lorca.

Los sábados de comida en Pizza Loco.
Las visitas inesperadas.

Andar hasta que la ciudad se acabe, y toparte de frente con la Alhambra.
Perderme en los jardines, cuando necesitaba pensar.

Llevar margaritas al cementerio.
Y que a la bajada, el frío corte las lágrimas.


La cabalgata de Reyes.
Las rebajas. Y llevar siempre a alguien que me sirva de perchero.

Las clases de coche. Las prácticas de radio.
Las pipas en los parques.

Las horas muertas en el balcón.


Las discusiones, las ensaladas de pasta.
El incienso de fresa.

La caja que guardo en el altillo.
Y que nunca quiero abrir.


Las bufandas de punto que empecé y nunca terminé.
Las tardes de compras por el centro.

La feria medieval.
Los diarios.

Mi tablón de corcho.
Las entradas de los conciertos.

Los veranos en la playa.
Las comidas en el hotel Encarna.
Las Navidades sin luz.
Cuando aún vivía sin internet.

Recargar el saldo del móvil un 25 de Diciembre a las 8 de la tarde.
Sólo para decir “te echo de menos”.

Mi familia.


Las tapas del Romero.
Los cumpleaños en las Villas.
Y la historia de cómo mi padre dejó de invitarme a comer por mi cumpleaños.

La escuela de música.
Otoño.
Invierno. La nieve.
Y las guerras de bolas que nunca llegué a hacer.


Despedirse en una estación de autobús.
Y escribir en un pañuelo con una barra de labios.
Decir hasta pronto.


Granada.
Y la línea 21.

Siempre, la línea 21.

2 comentarios:

  1. Y las acampadas del balcón.
    Y las acampadas en la habitación de la cortina maldita.
    Y las acampadas con apuntes esturreados por todo el colchón.
    Las acampadas absurdas para ver Eurovisión.

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  2. Eurovisión.
    Y las borracheras estúpidas y los cabezazos en la bañera.
    Y las tardes de piscina y de playa :)

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