miércoles, 14 de marzo de 2012

La vida te lleva por caminos raros.

Alguien me dijo alguna vez que todo pasa por una razón en la vida.
Y aunque abanderé esa frase como filosofía de vida, nunca la he visto tan cierta como lo es ahora.

Porque todo pasa por algo, y ese algo lo entiendes después.


Ayer leí en un libro que las personas guardan en su mesilla de noche los objetos más preciados. Porque son los que te acompañan todo el día.
Desde que te levantas hasta que te acuestas, sólo se separan de ti en el momento del sueño.

Es curioso ver el contenido de una mesilla de noche.
Libros, notas, móvil, reloj, collares, pintalabios, regalos varios.
Mi mesilla ha cambiado mucho de contenido últimamente.

Alguien me dijo que cada cual tiene lo que merece, que el destino es sabio.
Y que la vida te lleva por caminos raros.
Muy raros.

He pasado toda la vida engañada.
Buscando cosas que no necesitaba en sitios inhóspitos, en personas que no lo concebían.
En el lugar equivocado.

Viviendo rápido.
Quemando etapas. Apurando estaciones.
Deprisa, demasiado deprisa.

Sin saber que lo que realmente necesitaba no era lo que tenía. Que siempre ha habido un “pero” en mi vida.

Había olvidado todas esas sensaciones.
La lentitud, el nerviosismo, la timidez, la sonrisa sincera, la incertidumbre, la curiosidad, la primavera.


Siento que me estoy redescubriendo.
Que empiezo a saber, que ya sé lo que necesito.
Que tengo otra vez esa calidez corriendo por dentro.

Y por extraño que parezca, no tengo prisa.

Porque la vida es sabia y te lleva por caminos raros.
Muy raros.

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