lunes, 3 de octubre de 2011

Huecos.


Hacía tiempo le comentaba a alguien que no encontraba mi hueco.
Que sentía que no estaba allí, en mi casa.
Me agobiaba. Me agobiaba ver a la misma gente, salir con la misma gente, estar en los mismos sitios y a las mismas horas.

A ratos lo sentía mío. A ratos no.

No tengo palabras para expresar cómo me siento hoy.
No es feliz, ni sensible, ni agradecida, no porque no hay nada que defina una mezcla de las tres.

Pensaba que me iba a costar mucho más adaptarme, que iba a pasar una época mala, que iba a llorar, a echar de menos a gente, a querer volver a casa.
Que no me iban a entender, que no iban a saber darme la oportunidad de dejarme conocer.

Es cierto que he tenido que hacer un esfuerzo y ser a la fuerza mucho más extrovertida de lo que soy.
Y también es cierto que gracias a eso he aprendido mucho.

Pero no puedo expresar lo contenta que me siento.
Por todos. Porque sois geniales. Todas y cada una de las personas que formáis hoy parte de mi vida.

Mis padres, mi hermana, Bocata, Yuki.
Mis amigos de Granada, sé que estáis ahí siempre, los que lo sois de verdad. Y aunque me llaméis de todo por estar tan bien, lo cierto es que os echo muchísimo de menos.

A la gente de aquí, a las nuevas personas que he conocido, a mis compañeros de clase.
A Marta, a Isa. Porque no saben la grandísima suerte que he tenido de vivir con ellas, de poder llevarme tan bien con ellas y de que nos entendamos de la forma en que nos entendemos.

De que aguanten mis días de histeria, de que me hagan la comida, me frieguen los platos cuando yo no puedo, de que no me dejen salir a la calle vestida hortera, de las charlas hasta las 3 de la mañana.

Gracias por ayudarme a rellenar mi hueco.
Y no sé si está aquí, pero lo cierto es que Madrid parece un bonito lugar para quedarse.

Todos tenemos nuestro lugar.



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