sábado, 25 de mayo de 2013

Cajas.


Es triste pensar que me voy y que gran parte de mi vida, cabe en una caja.
Mis fotos, mis escritos, un pendrive con apuntes y vídeos. Alguna pulsera. Papeles, muchos papeles. Y un par de cosas propias de niña con los que aún duermo por las noches.
Por si me desvelo y me abandona el coraje.

Nadie te cuenta cuando tienes siete años que algún día tendrás que desprenderte de muchas cosas. Que quedarán solamente los recuerdos que almacenes.
Nadie te cuenta que tendrás que recordar tu vida, nunca la de los demás.
Que a veces, no es suficiente.

Que hay cosas que no caben.
Las noches a solas. el incienso que huele a casa. Las sábanas demasiado ordenadas. El espacio que sobra. Y el que a ti te falta.
Las ciclogénesis, los eclipses, las noches de tormenta, la niebla de Madrid.
Pronto dejarán de ser.

A veces, cuando vienes a visitarme a las 4 de la mañana, me quedo mirando al techo intentado vaticinar lo que me quieres decir.
Aunque en el fondo ya lo sepa.
Porque aunque induzca el sueño, sé que vienes a verme.
Y mi cajita de música se va llenando de nudos en cadenitas de plata, que salen a borbotones cuando una noche, a solas, decido abrirla.

Buscando respuestas, buscándome a mí misma.

Y preguntándome cada noche, a las 4 de la mañana, por qué cada vez tengo menos cosas que meter dentro de la caja.

Por qué hay días que sé que no es suficiente.

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