jueves, 30 de mayo de 2013

Punto y aparte.

 ¿Te has comprado alguna vez un pantalón que te quedaba tres tallas más grande? 

Yo tuve unas reflexiones tres tallas más grandes. Y pasa lo que pasa con los pantalones, que se te caen al suelo.
Y en el trance de esa caída, intentando salvar lo que quedaba, me perdí.



La vida, es una gran enciclopedia actualizada que nunca se acaba.
Dividimos nuestras vidas en capítulos, en episodios que enmarcan nuestros recuerdos.
Y, a veces, en vez de leernos el libro entero, leemos capítulos sueltos. O leemos entre líneas.
Es mucho más fácil hacernos el libro a nuestro gusto, pensar que los sucesos aparecen en un momento determinado, sin causa justificada. Que son aleatorios.
Somos unos interesados.

Siempre he pensado que en la vida se cierran capítulos. Como si los leyéramos y no volviéramos a ellos nunca más. Los quemamos, los metemos en un cofre y lo tiramos al océano. Para no volver a verlos nunca.

Hoy, me han dicho que si alguien es o ha sido importante para ti, nunca cierras un capítulo.
Yo tenía muchos capítulos abiertos.
De esos que dejas a medias una noche antes de dormir, y nunca vuelves a tocar, por miedo a seguir leyendo.
De esos que te echan la culpa, que te recriminan lo que has perdido.
De esos, que no interesan.

Las vidas crecen, maduran. Vuelven, se pierden. Se encuentran en trenes con dirección señalada. Se mueven, viran.
Te apuntan una noche de conjunción astral.

Mi enciclopedia no aguantaba el peso de palabras sin definir por la RAE.
A veces, necesitamos buscar las palabras en el diccionario otra vez, aunque sepamos lo que significan.


Fuiste y has sido mi duda existencial. Mi incertidumbre exponencial.
Mi espinita de punta redonda.
Esa que nunca he querido quitarme, y que he esperado a que se caiga por pesadez.
Ese retractarse de las cosas no dichas.
Mi capítulo abierto.

No sé si el destino fue sabio y dividió las vías en el momento clave. No sé que habría pasado si hubiéramos seguido en línea recta.
Quizás, sólo quizás, muchas preguntas se habrían respondido solas. Y puede, sólo puede, que entonces, fuera tarde.

Porque de las mil maneras de hacer las cosas, de las mil maneras de huir, sólo una se salvó.
El punto y aparte.

Créeme cuando te digo que me quedo con los recuerdos buenos. Que los malos se diluyen en preguntas que no merecen respuesta.

Que cierro nuestro capítulo abierto.
Y abro otro, para cuando quieras pasarte a leerlo.

Y te dejo otro punto y aparte.




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